Casi todos los días leemos
en la prensa mexicana las razones con las que queremos convencernos de que es
imposible que Trump gane las elecciones. Indignados por sus insultos, no nos explicamos su popularidad entre el electorado estadunidense.
La forma en la que
arrebató la candidatura al Partido Republicano debería convencernos de que el
elector racional no existe; ya lo vimos hace unas cuantas semanas, cuando ganó
en las urnas británicas el Brexit.
Las torpezas cometidas por
Trump después de la convención han movido significativamente las encuestas y
las probabilidades de que gane hoy son muy bajas. De acuerdo con el sitio del
New York Times, Clinton tiene 88% de probabilidades de ser la próxima
presidenta y Trump sólo 12 por ciento. Sin embargo, la exitosa
confrontación de Trump en contra del sistema nos debería merecer algunas
reflexiones, urge repensar la posición de México frente a su vecino y principal
socio comercial.
Gane o pierda, habrá
repercusiones para nosotros, especialmente en el ámbito económico. Podemos
asegurar que el impacto golpeará la economía legal, aquella amparada por el
Tratado de Libre Comercio, así como a la economía ilegal, la que ha
desarrollado el narcotráfico.
En el ámbito económico
legal, las señales de agotamiento de la era del neoliberalismo de Reagan y
Thatcher son evidentes, no sólo en la economía estadunidense sino en el mundo
en general. La desregulación de la economía impulsada en la década de los 80
llegó a su máxima contradicción con la crisis inmobiliaria de 2008.
Debido a esta crisis, un
millón de familias se quedó sin casa. El ancla de la estabilidad económica de
la clase media, el corazón del llamado sueño americano, está en que cada
familia tenga como base de su patrimonio la casa en la que habita. Por eso esta
crisis sigue impactando en la cotidianidad americana. ¡Qué ironía! Es la
extrema derecha la que critica la desregulación y la apertura de fronteras,
cuando esas fueron banderas de la derecha.
La era de los tratados de
libre comercio está llegando a su fin. Si gana Trump buscará acelerar su
agonía, pero lo cierto es que aun con Clinton pareciera que están en fase
terminal. Hillary ya admitió que revisaría el TPP y nuestra canciller ha dicho
públicamente que es hora de revisar el TLC.
Existen buenas razones
para pensar que las fronteras empezarán a cerrarse. El libre tránsito de
mercancías será cada vez menos libre y el tránsito de personas será cada vez
más controlado. No olvidemos el fracaso de Obama con su prometida reforma
migratoria.
Si bien podemos considerar
que la construcción de un muro que vaya de Tijuana a Matamoros es un proyecto
de difícil realización, lo cierto es que no estamos aprendiendo de la
experiencia. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 las
fronteras de Estados Unidos se cerraron. La porosidad de la frontera mexicana
se hizo casi impermeable sin necesidad de muchos ladrillos.
Se redujo sustancialmente
el flujo de mexicanos legales e ilegales que pudieron conseguir trabajo allende
el río Bravo, disminuyeron drásticamente las remesas, aunque éstas han tenido
momentos de recuperación. Lo más importante y nocivo para México fueron las
dificultades para la economía ilegal de las drogas, el tráfico de la mariguana,
la heroína, la cocaína y las anfetaminas se hizo mucho más difícil y, sobre
todo, infinitamente más riesgoso.
La droga que dejó de fluir
a Estados Unidos se quedó en México, esto propició un muy acelerado desarrollo
del mercado interno y el enfrentamiento entre cárteles mexicanos. El
recrudecimiento de la violencia no sólo tuvo su origen en la guerra declarada
en 2006 por Calderón, él estaba respondiendo, bastante mal por cierto, a las
consecuencias del cierre de fronteras de esa economía paralela.
En noviembre, California
votará en referéndum la liberalización total del consumo de mariguana. Eso
cambiará, en uno de los estados más ricos de Estados Unidos, la lógica del
mercado. Pregunto, ¿tenemos una estrategia en México? ¿Hemos analizado los
posibles impactos que sobre la economía legal e ilegal tendrá todo esto? Los
efectos de Trump ya son una realidad, con independencia de que gane o pierda.
María Marván Laborde
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM