La ablación genital
femenina —mutilación del clítoris, de los labios mayores o de los labios menores o de todo a la vez— es una antigua práctica ritual cuyo origen se
pierde en la oscuridad del túnel de los tiempos.
La procedencia es
incierta. Algunas versiones indican que se inició en el antiguo Egipto —se dice que algunas momias egipcias presentan signos que lo demuestran— y de allí se
extendió al resto del continente africano y a Oriente Medio. Aunque se localiza
principalmente en el área centroafricana, se observa también en naciones de Asia y Oceanía, e incluso en poblaciones indígenas de Colombia, Ecuador y Perú.
Casi en todos los países está prohibida, pero pervive como tradición cultural
muy arraigada.
Suelen realizarla ancianas designadas o parteras tradicionales. También curanderos, barberos, miembros de sociedades secretas, herboristas y parientes de la mujer. Se utilizan cuchillos, tijeras, bisturíes, trozos de cristal o navajas. En muchos casos no se suministran analgésicos ni antisépticos. La Organización Mundial de la Salud calcula que unos 140 millones de mujeres han sido objeto de ablación genital, la mayoría de las veces antes de la pubertad. Miles han muerto.
Amnistía Internacional ha
descrito el procedimiento. Se sienta a la niña desnuda en un taburete,
inmovilizada por tres mujeres. Una le rodea el pecho con los brazos, las otras
la obligan a mantener los muslos separados. La anciana toma la navaja y extirpa
el clítoris. A continuación hace un corte a lo largo del labio menor y después
elimina, raspando, la carne del interior del labio mayor. La operación abarca
ambos lados de la vulva. La niña grita y se estremece de dolor.
La abertura que queda para
la orina y el flujo menstrual es minúscula. Después la anciana aplica una pasta
y une los labios mayores con espinas de acacia, que perforan un labio y se
clavan en el otro. Posteriormente, a la niña se le atan las piernas para
inmovilizárselas durante diez días y facilitar así la formación de tejido cicatricial.
Los efectos inmediatos en
la salud suelen ser: dolor intenso, hemorragias graves, tétanos, infecciones,
problemas urinarios, llagas en los genitales y lesiones en los tejidos vecinos;
los mediatos: quistes, infecciones recurrentes en la vejiga y la orina,
esterilidad, complicaciones del parto y necesidad de nuevas intervenciones
quirúrgicas. ¿Qué razones pueden invocarse para tal práctica?
La mutilación genital
femenina es considerada herencia cultural de una comunidad: un rito de
iniciación que marca la transición de niña a mujer. Ciertos mitos perpetúan el
ritual: las creencias de que un clítoris no extirpado crecerá hasta llegar al
tamaño de un pene o que la mutilación favorecerá la fertilidad. En algunas
comunidades los genitales femeninos se ven como sucios y desagradables,
extirpándolos se promueve tanto la higiene como el atractivo estético. Se aduce
también la religión: aunque la práctica antecede al Islam, ha sido justificada
por alfaquíes y jurisconsultos musulmanes. En algunos sitios es un requisito
previo al matrimonio.
He dejado para el final la
más repulsiva de las razones. La ablación genital se ejecuta como una forma de
controlar la sexualidad de la mujer. El clítoris y los labios mayores y menores
son zonas erógenas por excelencia. Los hombres han temido a las mujeres por muy
diferentes motivos, entre ellos el de la insaciabilidad sexual que les
atribuyen.
Esa propensión erótica se
combate con la mutilación genital, que asegura —se cree— tanto la virginidad
antes del matrimonio como la fidelidad sexual de las casadas. Se veda así a las
mujeres uno de los placeres más dulces, fieros, indomables e intensos.
Familias de migrantes
residentes en Europa, para evitar la sanción de las legislaciones que la
consideran delito, han sometido a sus hijas a la ablación en sus lugares de
origen, por lo que las leyes penales de los países europeos se han reformado
para que también pueda castigarse la llevada a cabo fuera de éstos.
Recientemente, el Parlamento de la Unión Africana la ha prohibido. Aunque es un
órgano consultivo, su decisión puede ser el principio de acciones en los países
africanos para abatir tan repugnante rito.
Luis de la Barreda
Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas