viernes, 2 de septiembre de 2016

La ablación

Resultado de imagen para tunel antiguo La ablación genital femenina —mutilación del  clítoris, de los labios mayores o de los labios  menores o de todo a la vez— es una antigua  práctica ritual cuyo origen se pierde en la  oscuridad del túnel de los tiempos.

 La procedencia es incierta. Algunas versiones  indican que se inició en el antiguo Egipto —se dice  que algunas momias egipcias presentan signos  que lo demuestran— y de allí se extendió al resto  del continente africano y a Oriente Medio. Aunque  se localiza principalmente en el área  centroafricana, se observa también en naciones de  Asia y Oceanía, e incluso en poblaciones indígenas  de Colombia, Ecuador y Perú. Casi en todos los  países está prohibida, pero pervive como tradición  cultural muy arraigada.



Suelen realizarla ancianas designadas o parteras tradicionales. También curanderos, barberos, miembros de sociedades secretas, herboristas y parientes de la mujer. Se utilizan cuchillos, tijeras, bisturíes, trozos de cristal o navajas. En muchos casos no se suministran analgésicos ni antisépticos. La Organización Mundial de la Salud calcula que unos 140 millones de mujeres han sido objeto de ablación genital, la mayoría de las veces antes de la pubertad. Miles han muerto.
Amnistía Internacional ha descrito el procedimiento. Se sienta a la niña desnuda en un taburete, inmovilizada por tres mujeres. Una le rodea el pecho con los brazos, las otras la obligan a mantener los muslos separados. La anciana toma la navaja y extirpa el clítoris. A continuación hace un corte a lo largo del labio menor y después elimina, raspando, la carne del interior del labio mayor. La operación abarca ambos lados de la vulva. La niña grita y se estremece de dolor.

La abertura que queda para la orina y el flujo menstrual es minúscula. Después la anciana aplica una pasta y une los labios mayores con espinas de acacia, que perforan un labio y se clavan en el otro. Posteriormente, a la niña se le atan las piernas para inmovilizárselas durante diez días y facilitar así la formación de tejido cicatricial.

Los efectos inmediatos en la salud suelen ser: dolor intenso, hemorragias graves, tétanos, infecciones, problemas urinarios, llagas en los genitales y lesiones en los tejidos vecinos; los mediatos: quistes, infecciones recurrentes en la vejiga y la orina, esterilidad, complicaciones del parto y necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas. ¿Qué razones pueden invocarse para tal práctica?

La mutilación genital femenina es considerada herencia cultural de una comunidad: un rito de iniciación que marca la transición de niña a mujer. Ciertos mitos perpetúan el ritual: las creencias de que un clítoris no extirpado crecerá hasta llegar al tamaño de un pene o que la mutilación favorecerá la fertilidad. En algunas comunidades los genitales femeninos se ven como sucios y desagradables, extirpándolos se promueve tanto la higiene como el atractivo estético. Se aduce también la religión: aunque la práctica antecede al Islam, ha sido justificada por alfaquíes y jurisconsultos musulmanes. En algunos sitios es un requisito previo al matrimonio.

He dejado para el final la más repulsiva de las razones. La ablación genital se ejecuta como una forma de controlar la sexualidad de la mujer. El clítoris y los labios mayores y menores son zonas erógenas por excelencia. Los hombres han temido a las mujeres por muy diferentes motivos, entre ellos el de la insaciabilidad sexual que les atribuyen.

Esa propensión erótica se combate con la mutilación genital, que asegura —se cree— tanto la virginidad antes del matrimonio como la fidelidad sexual de las casadas. Se veda así a las mujeres uno de los placeres más dulces, fieros, indomables e intensos.

Familias de migrantes residentes en Europa, para evitar la sanción de las legislaciones que la consideran delito, han sometido a sus hijas a la ablación en sus lugares de origen, por lo que las leyes penales de los países europeos se han reformado para que también pueda castigarse la llevada a cabo fuera de éstos. Recientemente, el Parlamento de la Unión Africana la ha prohibido. Aunque es un órgano consultivo, su decisión puede ser el principio de acciones en los países africanos para abatir tan repugnante rito.










Luis de la Barreda Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas